Acapulco: tras Otis avanza reconstrucción entre el optimismo y desorganización


Por cuestiones de trabajo he visitado varias veces el puerto de Acapulco, veo que ciudadanos que no tienen un nivel socioeconómico alto comparten sus impresiones a cuatro meses del huracán Otis. Sí perciben apoyos del gobierno federal, pero también hay desorden en la repartición, frecuentemente son maltratados por los dizques servidores de la nación, creen que les están haciendo un favor al realizar los trámites a los habitantes de este lugar.

Por Max Morales Valadez
Poder. Política es igual a Ambición.

Acapulco, Gro.- En Acapulco cada persona que habla del huracán Otis opina lo mismo: “es lo peor que hemos visto”. El trauma sigue ahí, como si hubiera ocurrido hace unas horas, aunque en realidad ya pasaron cuatro meses. El tiempo ha avanzado lento, sobre todo cuando el siniestro les arrebató absolutamente todo.

“Mi niña falleció hace cinco años y yo guardaba sus fotos y diplomas de la escuela, eran sus recuerdos más importantes. Pero el Otis se lo llevó todo, incluso el cuarto donde mi niña dormía y toda mi casa. Damos gracias a Dios porque seguimos con vida, pero es lo más horrible que he visto”, menciona a El Economista una mujer de 55 años que trabaja como personal de limpieza mientras le escurren algunas lágrimas.

“Era como el silbido de una mujer llorando”
Acapulco ya dio pasos en su reconstrucción después de la devastación de Otis a finales de octubre de 2023, un huracán que avanzó de categoría 1 a 5 en menos de 24 horas y que, incluso, hizo que la comunidad científica se cuestione si ya es hora de hablar de una categoría 6. Por ello la población no escatima en el miedo que sintieron en esos momentos.

“Era como el silbido de una mujer llorando, pero no se dejó de escuchar por horas. El viento se llevaba los techos, ventanas y postes”, señala Doris, otra mujer originaria de Acapulco, quien recuerda cómo se quedaron sin agua potable durante más de 20 días y tenían que lavarse con cualquier tubería fallida que encontraran, sin importar si el líquido estaba mezclado con desechos del drenaje.

Cuando se camina sobre el boulevard de Las Naciones, que sostiene la otrora prestigiosa plaza comercial La Isla y a escasos tres kilómetros de la playa de Barra Vieja, lo que se percibe a primera vista entre los pobladores es resignación. La ciudad ya está caminando, pero los estragos son evidentes.

Lo primero que llama la atención son las interminables filas de ciudadanos que llegan a ciertos súper mercados a intercambiar unas tarjetas que les da el gobierno por alimentos. Dichas tarjetas tienen entre 500 y 1,000 pesos y no son válidas para ropa, zapatos ni ningún otro producto que no sea comida.

Desorden en entrega de apoyos a damnificados
Los habitantes de colonias lejanas vienen y hacen filas hasta por cuatro horas para que les permitan entrar a los súper mercados con esas tarjetas y unas horas más para salir con sus frutas, verduras y carne. Se dicen agradecidos por este apoyo, pero también hay personas que tienen otros fines.

“Se percibe mucho desorden en estos y otros apoyos. Hay gente que ha tirado sus despensas porque lo que en realidad querían era dinero. Hay otros que las venden u otros que las reciben en más de una ocasión y lo mismo pasa con los enseres domésticos”.

El gobierno federal señaló a finales de noviembre que entregaría 250,000 enseres domésticos a los afectados por el huracán Otis, que incluyen colchones, refrigeradores y estufas. También se entregan montos en efectivo, que superan los 40,000 pesos, para quienes pueden comprobar que perdieron su casa.

Pero ahí también hay desorganización, de acuerdo con el periodista consultado: “Aquí hay muchas familias que vivían juntas en una misma casa. Lo que algunos hacen es que se registran por separado, aunque vivieran en la misma casa, para recibir doble apoyo económico, mientras que otros que en realidad lo necesitan no han recibido nada. Hay mucha desorganización en estos temas”.

En cuanto a servicios públicos, al menos siete personas confirmaron a este medio que todo se ha restablecido en agua potable, energía eléctrica, internet y señal telefónica, incluso en las colonias más alejadas.

Mencionan que sí percibieron preferencia gubernamental para reinstalar estos servicios en las zonas de turismo antes que en las colonias más afectadas: “pero lo entendemos, al final, Acapulco es una ciudad que vive del turismo y, se supone, esto ayudará a una reactivación más rápida y también a que nosotros podamos recibir algo de esos ingresos”, apunta una madre de familia que llevaba tres horas formada en la fila para entrar a un súper mercado.
Seguridad y transporte público.

Un par de temas que saltaron entre los medios nacionales e internacionales fueron la seguridad y movilidad de Acapulco después del huracán Otis. En este mes de febrero, cuando se celebra uno de los eventos más icónicos de la ciudad, el Abierto Mexicano de Tenis (AMT), se percibe normalidad en ambos aspectos.

Las combis circulan con frecuencia en el boulevard de Las Naciones, que conecta el Fórum Mundo Imperial con la Arena GNP (de tenis). También son visibles múltiples elementos de la Guardia Nacional y del ejército en vigilancia; estos últimos, incluso, se perciben desde que se entra a la ciudad.

“La verdad sí nos sentimos más seguros con la presencia de los soldados. Los asaltos ya no se han escuchado, es cierto que en los primeros días sí hubo ese tema de rapiña porque había mucha desesperación, pero no hemos escuchado de atracos en las combis y creo que eso es algo muy bueno”, destaca Jorge, un hombre de 43 años que vende miel y tostadas caseras sobre dicho bulevard.

Otra trabajadora de limpieza, que actualmente labora en el Abierto Mexicano de Tenis, narra que hay días en los que su jornada concluye a las tres o cuatro de la mañana, pero que en ningún momento se ha sentido insegura al salir de la Arena GNP y sus alrededores.

Lo que sí refieren los ciudadanos consultados es que el transporte público aumentó sus precios después del huracán Otis, algunos pasando de 11 a 15 pesos y otros de 20 a 25. Este cambio surgió luego de unos días del siniestro porque los choferes argumentaban que el acceso a la gasolina era difícil y porque había cristales tirados en el pavimento, pero desde entonces se mantuvieron en esos costos, causando molestia en la población.

El paisaje de Acapulco está cabizbajo entre escombros, ramas y troncos que aún se perciben sobre las avenidas principales. También son constantes los mensajes de hoteles y negocios que dicen “saldremos adelante”. La reconstrucción está en camino pese a sus niveles de desorganización, pero el optimismo es el que resalta.

“A Acapulco le va a tomar tres o cuatro años volver a ser como antes, pero tenemos que organizarnos y respetarnos entre todos”, concluye una de las mujeres consultadas por este diario. Otra, mientras seca sus lágrimas, comenta: “Esto fue lo peor que nos pasó, pero no podemos parar. Por algo sobrevivimos”.

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